Queridísima y estimada Voluntad:
Espero que esta carta llegue de una u otra forma hasta sus poderosas y metafóricas manos y que mis ruegos y lamentos que a continuación me dispongo a exponer sean por vuestra merced escuchados y a ser posible atendidos en la medida que usted considere adecuada.
No se qué motivos le llevaron a abandonarme a mi suerte pero desde el desdichado día en que decidió salir de mi vida todo ha ido un poco peor que antes ya que me cuesta horrores emprender cualquier propósito medianamente serio que me plantee. Si no me equivoco le perdí la pista allá por el verano del 2006, es decir, las vacaciones de las que desafortunadamente no gocé en absoluto probablemente por haber esperado de ellas mucho más de lo que al final fueron. Para refrescarle la memoria le diré que el susodicho verano representaba para mi el ansiado fin de una importante época de mi vida (la adolescencia) y de un lugar (el instituto), y el paso a una “mejor vida” (ingenuo de mí pensé) que luego no resultó exactamente tal y como había yo imaginado.
Pero ese no es el tema.
El asunto es que usted se fue y no me expuso ni un solo argumento para explicar dicho comportamiento. Eso me dolió profundamente puesto que creo que usted y yo gozábamos de una buena amistad de mutuo y recíproco beneficio, y que no había motivo alguno para una ruptura de esa índole.
Tras muchas cavilaciones he podido llegar a la conclusión de que usted interpretó que en adelante ya no tendría futuro ni cabida alguna en mi vida universitaria, pero le puedo asegurar (y creo que lo estoy demostrando con el presente manuscrito) que se equivocaba rotundamente.
No se por qué no contesta a mis correos, a mis cartas, a mis faxes, a mis llamadas telefónicas, a mis señales de humo, a mis telegramas o a mis palomas mensajeras, pero le ruego que reconsidere su postura y que haga usted el favor de darme una nueva oportunidad, y sea cual sea el agravio que hirió su sensibilidad le pido humildemente perdón.
Si no es mucha molestia me gustaría invitarle a discutir este particular entre unas cañitas, que es sin duda la mejor manera de arreglar los entuertos. Así pues, espero que me responda con la mayor brevedad posible, puesto que no miento cuando digo que la necesito ahora más que nunca.
Sin mucho más que añadir y sin rencores de ningún tipo, un servidor se despide a la espera de su decisión.
Con cariño, Azrael.