miércoles, 9 de junio de 2010

Transgénicos, ese gran mal que azota el mundo (parte II)


Todo el que sabe un poco de biología sabe en qué consiste la mitosis (para el novato, proceso en que una célula duplica su material genético para posteriormente dividirse obteniéndose así dos células hija con la misma dotación genética que la madre), y ya nos podemos imaginar qué pasaría si un juego de tus cromosomas es distinto al otro juego. No se produciría una correcta mitosis (el apareamiento entre cromosomas homólogos en metafase no se podría llevar a cabo debido a que estos brillarían por su ausencia) y el ser vivo moriría, ¿Verdad?


Pues este es otro caso en que la realidad supera a la ficción: Las plantas tienen la asombrosa capacidad de duplicar los cromosomas que no tienen pareja y crear así una mezcla de ambas especies totalmente viable y fértil en la mayoría de los casos. Es decir, si mezclas una planta con unos cromosomas AA BB CC con una planta que tiene unos cromosomas DD EE FF (pongo letras dobles para ilustrar la diploidía), los productos meióticos (los granos de polen y los óvulos, para que nos entendamos) serían ABC y DEF. El óvulo fecundado no sabe qué mierda hacer con esto y ni corto ni perezoso duplica lo que anda suelto creando un genotipo (código genético, para el no versado) completamente nuevo, que sería AA BB CC DD EE FF. Efectivamente, hemos duplicado el número de cromosomas, que deben andar en el núcleo como inmigrantes en un piso patera, pero como funciona, pos tiramos palante.


Si eso os asusta, pensad que la mayoría de cereales, frutas y verduras que coméis tienen más cromosomas que sus homólogos silvestres. Muchos más, de hecho. Así se consiguen sandías sin pepitas, fresas gordas y lustrosas o espigas de trigo con muchos más granos.

Esto, señores y señoras, se refleja en la producción de alimento mundial. Nos guste o no, los transgénicos son el futuro. La población humana está creciendo tan rápido que tarde o temprano vamos a necesitar fuentes más eficientes de alimento, ya que los actuales recursos son como bien sabemos finitos. Con la transgénesis no podemos (desgraciadamente) hacerlos infinitos, pero sí podemos sacarles un buen pico que podría mantener a más gente. En este punto he de expresar mi opinión: En el mundo YA HAY DEMASIADA GENTE, así es que lo único que faltaría sería el aumento de la población debido a los aumentos de la producción de alimentos. Sin embargo, la transgénesis es un arma de doble filo: Con ingeniería genética teóricamente podemos conseguir plantas que aprovechen más eficientemente los recursos de los que disponen, provocando un menor impacto ecológico. Reflejo de ello son las plantas modificadas genéticamente para resistir enfermedades locales y plagas, como por ejemplo el centeno de hoy en día, que es resistente al cornezuelo (se acabaron los días del LSD y las fábricas caseras de los hippies...xD), o los tomates que resisten el riego con agua salada. Hasta el más avispado podría ver que es una ventaja el no tener que usar pesticidas (tanto económica como ambiental) o el no malgastar agua potable en zonas cercanas al mar semidesérticas (como puede ser muy bien Murcia).

Así mismo se está investigando mucho últimamente con los biocombustibles: Modificamos genéticamente plantas o bacterias (normalmente) para que produzcan alcohol u otros compuestos utilizables como combustible. ¿Resultado? Menos producción de gases de efecto invernadero al descartar el petróleo, aire más salubre, y menor coste del transporte. Todo esto parece maravilloso, pero claro, hay que seguir investigando.


Pero claro, no iba a ser oro todo lo que reluce. Veremos la otra cara de la moneda en la siguiente (y última) entrega de esta serie. ¡Saludos!

jueves, 3 de junio de 2010

Transgénicos, ese gran mal que azota el mundo (Parte I)


Bueno, quiero recalcar antes de nada para los que no son lectores habituales de este blog (es decir, mi padre, mis colegas y cuatro mataos más conocidos) que el título es completamente sarcástico y aunque tampoco pretendo hacer ninguna apología de lo transgénico con este artículo pretendo informar al no versado de qué va esta palabrita que en boca de tantos se halla y cuyo significado la mayoría desconoce.

Empezando desde 0, he de decir por qué me he propuesto escribir esta entrada. La razón fundamental es que estoy hasta los mismísimos huevos de oír en algunas noticias que si están sacando nosecuantos productos transgénicos nuevos, que si alarma social grandísima, que si tus hijos salen más tontos si comes sandía sin pepitas o te sale pelo azul en el ojete por comer cochinilla taiwaneso-caucásica transgénica. No faltan tampoco los aprovechados que usan todo este revuelo para hacer caja, como una marca de helados que vi el otro día que promocionaba sus delicias argumentando que sus productos no contenían al nuevo satán genético en su composición.


Algunos pensarán que qué hay de malo en que un comerciante proclame que sus productos son naturalísimos: Así uno puede elegir si comer aberraciones naturales o no, ¿Verdad? Pero el problema es, como siempre, que la gente es gilipollas, y con gilipollas me refiero a que no les sale de los huevos informarse del asunto. El ejemplo más claro se puede ver en cualquier foro de cualquier tema especializado, en que los noobs en vez de buscar preguntan y preguntan sin tan siquiera darse cuenta de que otro payo publicó exactamente la misma pregunta un día antes, y está más que resuelta.


Bien, para empezar, quiero dejar claro qué significa realmente la palabra TRANSGÉNICO: Un organismo transgénico es aquél que porta uno o varios genes foráneos en su propio genoma, es decir, que es un ser vivo (o no, porque incluso puede ser un virus) al que le han colocado un gen de otro ser vivo completamente diferente (de otra especie, vamos) normalmente con una finalidad, como puede ser, por poner un ejemplo, la producción de insulina mediante Escherichia coli. E. coli es una bacteria presente de manera natural, por ejemplo, en el tracto digestivo de los seres humanos y otros muchos animales, alimentándose de parte de la comida que ingerimos y proporcionándonos a cambio vitamina E y K y ayudando a la correcta realización de la digestión.


E. coli es modelo de muchas investigaciones genéticas debido a que ha sido ampliamente estudiado y su genoma se conoce de cabo a rabo, y ente las muchas putadas que se le han hecho (hablando metafóricamente claro, porque las bacterias ni sienten ni padecen) una ha sido la implantación del gen que produce la insulina humana en su propio código genético (creo que en particular se suele implantar en un plásmido). ¿Resultado? Bacterias que producen insulina de manera autónoma, lo que evita tener que sintetizarla en un tedioso y costoso proceso bioquímico, con el ahorro de coste que eso conlleva (y ni hablar ya de la importancia que esto tiene para la gente sin recursos económicos).


Lo único que necesitamos son tarros con medio de cultivo, y ellas solas se encargan de hacer el resto; es decir, hemos convertido a una bacteria en una factoría de insulina. Llegado a este punto, me gustaría decirles a los que claman al cielo que jugar a Dios no está bien, y que modificar a los animalitos que hizo el señor está mal, que el hombre lleva jugando a Dios desde el mismo momento en que aposentó su gordo culo en alguna planicie de Mesopotamia y empezó a comerse a las ovejas con aspecto ralo, de pequeño tamaño, o que producían poca leche, y dejó con vida a las más fuertes y gordas para que los sementales se pusiesen las botas. Eso, señores, se llama SELECCIÓN ARTIFICIAL, y no es probablemente ni mucho menos lo que el divinísimo eligió para la creación de sus queridas bestias (si existiese, claro está). Lo mismo podríamos decir de las plantas: Se pueden mezclar dos especies distintas lo suficientemente parecidas como para que el polen de una sea capaz de fecundar el ovario de la otra, pero diferentes al fin y al cabo en su dotación genética.

Cómo y por qué lo veremos en la siguiente parte de este artículo. ¡Saludos!